(Ciudad de México, 14 de febrero de 1911 – Ciudad de México, 1 de febrero de 2005)
Artistas de la Colección del Museo Nacional de la Estampa

Ángel Bracho fue uno de los integrantes más jóvenes del Taller de Gráfica Popular en sus inicios. Hijo de un capitán del ejército mexicano y de una trabajadora agrícola, desde muy joven enfrentó la necesidad de buscar su sustento. A lo largo de su juventud, trabajó como chofer de autobús, ayudante de carnicero, pintor de muebles y peluquero, experiencias que marcarían su sensibilidad hacia las causas sociales.
En 1928, Bracho ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas, donde tomó clases nocturnas para obreros. Al año siguiente, se convirtió en estudiante de tiempo completo, formándose entre 1929 y 1934 bajo la tutela de Diego Rivera y Rufino Tamayo. Su carrera artística comenzó colaborando con Pablo O’Higgins y Leopoldo Méndez. Primero participó en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios durante su último año de estudios universitarios y, posteriormente, se convirtió en miembro fundador del Taller de Gráfica Popular (TGP), del cual formó parte durante más de cinco décadas. Con motivo del 20.º aniversario de su fallecimiento, hemos seleccionado tres obras representativas de Ángel Bracho que forman parte del acervo del Museo Nacional de la Estampa. El punto de partida de esta selección es la presencia del puente, como elemento característico de las transformaciones urbanísticas vividas en la Ciudad de México en las décadas de los años 30 y 40. Pero también como elemento alegórico de los ideales sociales y políticos por las cuales el grabador luchaba; siendo el defensor de las herencias indígenas y campesinas, y de la paz entre las naciones latinoamericanas.

En esta obra, Ángel Bracho crea una imagen cargada de entusiasmo y fraternidad, en la que los pueblos de México y Guatemala superan sus diferencias y se encuentran en un puente que cruza el Río Negro, la frontera natural entre ambos países. El puente, símbolo de unión y reconciliación, está decorado con un letrero que lleva la palabra Paz. Además, se observan dos rostros esculpidos que representan las culturas prehispánicas de ambos países, elementos que refuerzan el mensaje de unidad al servir como base y sostén de la estructura. Con esta composición, Bracho no solo celebra la superación del conflicto diplomático, sino también la riqueza cultural compartida entre las dos naciones, destacando que el entendimiento y la paz tienen sus raíces en la historia y en las tradiciones comunes.


En esta obra, Ángel Bracho captura la persistencia de la actividad agrícola en la región, incluso en medio del avance urbano. A través de su composición, se aprecian las condiciones de precariedad en las que vivían los campesinos y sus familias, incluidos los niños que crecían en un entorno natural cada vez más degradado. La imagen revela un contraste entre el pasado rural de la ciudad y el inevitable impacto de la modernización, destacando la tensión entre la vida tradicional y las transformaciones urbanísticas que estaban cambiando radicalmente el paisaje.
Todas las obras pertenecen a la Colección Museo Nacional de la Estampa-INBAL-Secretaría de Cultura