Exposición del
Museo Metropolitano de Arte de Nueva York

El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York presentó en septiembre del 2024 una gran exposición dedicada a la gráfica mexicana, titulada “Gráfica Mexicana a la vanguardia”, abarcando grabados de 1740 a 1950, casi todos provenientes de la colección del museo. La muestra fue curada por Mark MacDonald, actual conservador del departamento de dibujos y grabados. Para esta ocasión, el Bulletin, la revista trimestral del Museo, consagro un número especial y de manera conjunta a la exposición. Como esta explicitado en esta edición especial, muchos de los grabados nunca se habían exhibido. El impulso de la muestra surge de la voluntad de catalogar estos materiales y ponerlos a disposición del público en el sitio Internet del museo.
El departamento de grabados del “Met” tiene la particularidad de resguardar casi dos mil grabados y libros ilustrados mexicanos. La mayoría de las impresiones legaron durante los años treinta y cuarenta del siglo XX, y fueron adquiridos a través del artista francés Jean Charlot (1989 – 1979). Las piezas llegaron directamente de los artistas e impresores con los que Charlot tenía estrechas relaciones laborales y personales, y gracias al fomento de los curadores del departamento de entonces, William M. Irvins (conservador de dicho departamento de 1916 hasta 1946), y a su sucesor, A. Hyatt Mayor (conservador de 1946 a 1996).
Esta colección de grabados mexicanos se distingue por la abundancia de obras raras e incluso excepcionales, todas conservadas en excelentes condiciones. Muchas de estas, por esencia frágiles, se conservan en excelente estado debido a que provienen directamente de los artistas y sus talleres, sin la intervención de intermediarios. Los materiales que componen la colección abarcan un extenso período que va desde 1740 hasta 1960, con una notable concentración de obras creadas a partir de finales del siglo XIX. En su mayoría, la colección es representativa del grabado mexicano de la primera mitad del siglo XX y refleja de manera clara los recursos disponibles en esa época: volantes, álbumes de artistas, grabados populares y religiosos, así como ediciones y carteles políticos.
Por un lado, la exposición Gráfica mexicana a la vanguardia ofrece un recorrido visual e histórico a través de la rica tradición gráfica de México, una de las más destacadas de Latinoamérica, que refleja la historia y la cultura visual del país. Por otro lado, la muestra también narra la trayectoria de Jean Charlot y su papel fundamental en la expansión de esta colección, tanto durante su estancia en México como en su posterior relación con el museo.
Recorrido de tradición gráfica en México
Las primeras estampas creadas en México a mediados del siglo XVI fueron xilografías y grabados producidos para ilustrar libros y con fines devocionales, una tendencia que persistió hasta mediados del siglo XIX, cuando la litografía pasó a ser la técnica más usada. Los talleres litográficos, establecidos sobre todo en Ciudad de México, publicaban estampas de alta calidad que celebraban la cultura mexicana.
Los grabados jugaron un papel crucial en la construcción de la identidad cultural de México, reflejando eventos sociales y políticos clave como la independencia de España en 1821, la intervención estadounidense de 1846, la ocupación francesa de 1864-1867, y el régimen de Porfirio Díaz, quien gobernó hasta 1911. A finales del siglo XIX, la caricatura política se convirtió en un medio para defender la libertad de pensamiento, una tradición retomada por artistas como José Guadalupe Posada.
José Guadalupe Posada es considerado el fundador de las artes gráficas en México, especialmente reconocido por sus calaveras animadas, que se usaban en la sátira y crítica social. Aunque estas imágenes se asocian con él, fue Manuel Manilla quien las introdujo antes en las estampas populares. Posada creó más de quince mil grabados, muchos de ellos reflejando noticias y sucesos de su tiempo durante el gobierno de Porfirio Díaz y los inicios de la Revolución Mexicana. Diego Rivera destacó que su obra ofrece una visión profunda de la vida social de México.
Con la Revolución Mexicana, el arte, especialmente los murales y grabados, jugó un papel clave en la difusión de ideales de democracia y reforma social, temas que siguen presentes en el activismo y la política mexicana. Tras la contienda, el arte gráfico se alineó con una agenda democrática, utilizando estampas económicas y fáciles de distribuir para educar al pueblo y promover cambios sociales.
A partir de 1920, con el fin de la fase armada de la Revolución, México inició un proceso de modernización, conocido como la «segunda revolución». Las estampas reflejaron las nuevas ideologías sobre democracia, educación y vanguardia, conectando temas locales con audiencias globales. En 1937 se fundó el Taller de Gráfica Popular (TGP), que adoptó la línea política revolucionaria de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, enfocándose en el empoderamiento de trabajadores y campesinos y la reforma socialista.
Durante las décadas de 1940 y 1950, los grabadores mexicanos continuaron abordando temas sociales, aunque la producción se diversificó. El TGP fundó La Estampa Mexicana en 1942 para crear porfolios sobre tradiciones mexicanas destinados al mercado internacional, y los artistas mexicanos también produjeron grabados para revistas y libros con alcance global.


Jean Charlot y el departamento de grabado del Museo Metropolitano
Jean Charlot estuvo vinculado al Met de tres formas: como donante de su propia obra y de la de otros artistas, así como agente del museo, encargado de adquirir arte mexicano en su lugar de origen. Nacido en París, Charlot se formó en la Escuela de Bellas Artes de esa ciudad antes de alistarse en el frente durante la Primera Guerra Mundial. Al finalizar el conflicto y motivado por su historia familiar (su abuelo, Louis Goupil, había nacido en México) y con el apoyo de su tío abuelo Eugene Goupil, un coleccionista de arte mexicano y filántropo, Jean y su madre emigraron a México, donde residieron en la Ciudad de México entre 1921 y 1928.
Jean Charlot trabajó como pintor, comenzando como asistente de Diego Rivera, y más tarde como maestro en la Escuela de Pintura al Aire Libre, sin dejar de producir su propia obra. Además, sus contribuciones a diversas publicaciones reflejan su visión artística y ayudan a explicar su profunda devoción al grabado. Durante este período, Charlot mantuvo estrechas relaciones con figuras clave como Fernando Leal, Diego Rivera, Xavier Guerrero, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Tina Modotti, entre muchos otros.
En 1929, poco después de llegar a Nueva York, Charlot visitó el Met para compartir sus grabados y presentar su obra. En esa ocasión, conoció al curador Irvins, quien decidió adquirir tres grabados del artista para el museo. Impulsado por las relaciones cordiales que había establecido, Charlot donó poco después un conjunto significativo de 45 grabados de México. Esta primera entrega incluía ocho obras de Posada, impresas por Charlot, y un álbum de xilografías realizadas por sus estudiantes. Así comenzó la relación entre el artista y el museo, que iba durar varias décadas y constituir una increíble colección.
Durante la década de los años 30 y hasta principios de los 40, se incorporaron a la colección del Met, vía la asesoría de Charlot, unas importantes donaciones de obras de Alfredo Zalce, Rufino Tamayo, Emilio Amero, Carlos Mérida y Leopoldo Méndez, entre otros. También adquirió un conjunto de carteles de Fernández Ledesma y de Carlos Orozco Romero, tal como unas obras de Diego Rivera, Pablo O’Higgins, Ángel Bracho y obras del TGP, como volantes, libros y carteles.
A principios de 1945, Jean Charlot regresó a México con una beca del Guggenheim para investigar y escribir sobre el muralismo mexicano. Su viaje resultó ser muy beneficioso para el Met, ya que el comité ejecutivo aprobó una línea de crédito para que Charlot adquiriera obras a su criterio. En los siguientes dos años, Charlot reunió una importante colección de grabados de artistas como Posada, Zalce, Méndez, Mérida, entre otros. La entrada de casi novecientas piezas transformó profundamente la colección del museo. Tras mudarse definitivamente a Hawái en 1949, las relaciones entre Charlot y el Met se fueron espaciando, aunque continuó enviando obras propias y de otros artistas hasta poco antes de su muerte. Las últimas piezas de Charlot en la colección fueron donadas por su hijo John en 1984.
Los curadores Irvins y Mayor siempre reconocieron que, sin el vínculo de Charlot, nunca habrían podido formar esta colección. Juntos, lograron crear una de las colecciones más completas de grabados. Mientras que otros coleccionistas habrían optado por centrarse en grabados de las bellas artes o en obras de artistas célebres, la selección de Charlot fue mucho más allá. Su fascinación por las culturas prehispánicas, los mitos, el arte y la artesanía de México guió sus elecciones. Además, convencido del carácter democrático de la gráfica, Charlot vio en el grabado mexicano un tipo de arte didáctico destinado a un público mucho más amplio que el de los círculos estéticos tradicionales. Incluyó obras menos conocidas que, en su conjunto, ofrecen una visión integral de la historia del grabado en México.


