Cada quien con su Toledo. Obra gráfica, 1960-2018
Exposiciones pasadas | Del 5 de noviembre de 2022 al 26 de febrero de 2023
Mencionar a Francisco Toledo (1940-2019) en ciertas conversaciones genera siempre una reacción: una anécdota, el recuerdo de alguna de sus obras, una opinión sobre las causas que defendió y un largo etcétera. A tres años de su ausencia, su nombre sigue generando diálogos y discusiones. Cada persona ―una curadora, un músico ambulante, un habitante de la ciudad de Oaxaca, un amigo lejano o cercano, una cocinera o un miembro de su familia― tiene en su memoria una versión del artista, el luchador social y la persona que fue Francisco Toledo. Cada uno de nosotros tiene a su Toledo. Este fenómeno no es gratuito: además de experimentar con diversas técnicas y materiales ―dibujo, pintura, grabado, cerámica, textiles, joyería―, el maestro juchiteco también se embarcó en proyectos y causas de muy diversa índole: la defensa del derecho a la autonomía de un pueblo, la creación de instituciones culturales, la difusión de las lenguas indígenas, la defensa de la autonomía alimentaria…
Si bien Toledo se identificó más como dibujante que como pintor, quizás el género con el que, a lo largo de su trayectoria, dio más vuelo a la creatividad fue el grabado. Este le presentó la oportunidad de vincular dos de las características contradictorias que se encuentran en su labor artística y política: la predilección por lo efímero y la necesidad de la preservación. Es sabido que, en su proceso creativo, Toledo se deshizo de muchas pruebas que, para los ojos ajenos, podrían haber sido obras terminadas. El grabado es una técnica sustractiva: hay que eliminar materia durante el proceso de creación, destruirla para después cosechar los resultados. Toledo alteraba una misma placa hasta que llegaba al resultado deseado, que años después podía volver a trabajar para crear una nueva obra. En su camino, se perdieron muchas versiones de las que, afortunadamente, se imprimieron algunas copias, pero la placa final era muy distinta a la primera prueba, cuya matriz se perdía por completo.
Al igual que sus obras, Francisco Toledo dejó una impronta ―con ligeras o sustanciales variaciones― en la memoria de sus familiares, amigos y seguidores. Por esta y múltiples razones, esta exposición no pretende ser una retrospectiva exhaustiva de quien para muchos es el artista mexicano más importante de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. Más bien, constituye un recorrido cronológico de su obra gráfica, cuya revisión, alimentada con testimonios escritos y orales, me ha permitido construir un Toledo particular, el Toledo de alguien que no lo conoció en persona y se acercó a su obra tardíamente; una impronta construida desde cierta distancia que, espero, permita una nueva mirada sobre el artista y la confirmación de lo que algunos especialistas han aportado al estudio de su trabajo. Las obras que conforman la muestra provienen, principalmente, de la colección particular del abogado Jan Hintze —quien tuvo una relación de amistad y trabajo con el maestro—, las colecciones del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura ―incluida la que Toledo donó en 2015 al Instituto― y la colección de Amigos del IAGO y el CFMAB A.C.
Al presentar los temas y los recursos que Toledo utilizó para realizar su obra gráfica, en contexto con las acciones políticas y sociales que desarrolló a lo largo de su vida, aspiro a que los visitantes puedan construir su propia impronta de Toledo y que salgan de este recinto con un Toledo único, estampado en su mente y su memoria.
Ana Carolina Abad
Museo Nacional de la Estampa
Francisco Toledo conoció el grabado a los 15 años, cuando Arturo García Bustos y Rina Lazo establecieron un taller en la ciudad de Oaxaca. Continuó su formación artística en la Ciudad de México y, muy pronto, despertó el interés del galerista Antonio Souza, quien organizó su primera exposición en 1959 y lo motivó a viajar a París.
Esta ciudad fue una caja de Petri para el desarrollo del estilo artístico de Toledo. Además de la oportunidad de convivir con su maestro y coterráneo Rufino Tamayo, entró en contacto con el arte exhibido en los museos y con las vanguardias del siglo XX. Su acercamiento a los talleres de grabado, como el Atelier 17 y Clot, Bramsen et Georges, le permitió profundizar en las técnicas tradicionales, conocer las innovaciones del momento y las ventajas de trabajar en estos espacios. A su regreso a México, entabló una importante relación con el impresor Mario Reyes, con quien colaboró durante las décadas de 1970 y 1980.
Así, en las primeras dos décadas de trayectoria artística, Toledo puso los cimientos de sus temas y formas de trabajo: la creación de series a partir de una misma placa que iba trabajando hasta lograr una “versión final”; el uso de varias técnicas en una sola placa; sus paletas de color y la impresión simultánea a color; la preminencia de los animales —existentes o fantásticos— y su convivencia con el ser humano (como un animal más); la omnipresencia de la sexualidad; la sublimación de las influencias del arte prehispánico y el arte mundial y la creación de obras íntimamente ligadas a textos literarios, como la Historia general de las cosas de la Nueva España y el Chilam Balam.
Francisco Toledo se consideró siempre originario de Juchitán, Oaxaca. Si bien, durante su infancia, vivió en diferentes ciudades del sur del país, después de su estancia en Europa, en 1965, decidió residir en el Istmo de Tehuantepec en busca de sus orígenes. Aunque en esos años viajó constantemente, la conciencia de la necesidad de conservar las tradiciones daría pie a su involucramiento en varias acciones sociales y políticas: la fundación de la Casa de la Cultura de Juchitán, en 1972; la creación de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI), en 1973; y la publicación de la revista Guchachi’ Reza o Iguana rajada, a partir de 1975. El interés de Toledo y otros intelectuales por la recuperación y conservación del legado histórico y cultural de Juchitán abonó la lucha política del pueblo. Toledo mantendría este tipo de compromiso a lo largo de su vida.
Así como su estancia en París abonó los temas, el estilo y las técnicas utilizadas, las acciones culturales y políticas en Juchitán promovieron una importante alianza creativa. Tras la victoria de la COCEI en Juchitán, en 1981, varios escritores como Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis promovieron una campaña de financiamiento para el nuevo gobierno municipal. La colaboración entre Toledo y Monsiváis durante la década de 1980 derivaría en importantes publicaciones: la carpeta y el libro Nuevo catecismo para indios remisos (1981, 1982) y la exposición y catálogo Lo que el viento a Juárez (1986). Estas importantes obras críticas y otras con tintes políticos —como los grabados sobre el líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo— convivieron, en temporalidad, con un amplio repertorio de grabados de animales, tan abundantes que críticos, como Helga Prignitz-Poda y Alberto Blanco, se refieren a ellos como “El arca de Noé”.
A finales de la década de 1980, Toledo enfocó sus esfuerzos en la creación de instituciones que conservaran el patrimonio y promovieran la cultura en la ciudad de Oaxaca. Su gran obra fue la creación del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, en 1988, a partir de un importante acervo de arte gráfico y libros que él había reunido. Asociada al IAGO, fundó la revista El Alcaraván, dedicada al arte gráfico. Durante la década siguiente, promovió numerosas acciones para la creación del Centro Cultural Santo Domingo y el Jardín Etnobotánico de Oaxaca (1998); el rescate de la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa (1993); la fundación del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (1992), la Fonoteca Eduardo Mata (1997), la Biblioteca Jorge Luis Borges para Invidentes y el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo (1996), y la creación de la cooperativa Arte Papel Vista Hermosa y el cineclub El Pochote (1998). Las “manos de pulpo” de Toledo —en palabras de su hija Natalia— abarcaron, desde su punto de vista, todas las posibles expresiones culturales y necesidades de la capital oaxaqueña.
Durante los primeros años de la década de los 2000, Toledo creó la carpeta Informe para una academia, basada en el relato de Franz Kafka en el que un mono, Pedro el Rojo, narra cómo se transforma en ser humano para conseguir su libertad. Este asunto había sido tratado por Toledo pero en esta década profundizó en el texto de Kafka. La libertad como tema trascendió a otras series, protagonizadas por pulpos y otros seres marinos. En este momento, la literatura fue quizá su inspiración más fuerte: entre 2013 y 2014, realizó la serie Fábulas de Esopo, en el taller de Fernando Sandoval.
Los brazos de Toledo fueron extendiéndose para luchar por causas más diversas, tanto locales como nacionales: desde la resistencia a la instalación de un McDonald’s en el centro de Oaxaca y su intercesión como mediador entre la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y el gobierno local, hasta la protesta por la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa y su resistencia al cultivo del maíz transgénico.
Destaca la inauguración del Centro de Artes de San Agustín (2006) —espacio dedicado a la formación, creación, exposición y experimentación artística— y la donación del IAGO al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (2015). La pulsión por lo efímero en sus creaciones plásticas —su Jardín de las delicias (1992) es ejemplo de ello— contrastaba con su interés por la conservación de tradiciones y del patrimonio cultural y natural, como mostró en sus acciones sociales y comunitarias. En 2017, tras el sismo del 7 de septiembre, Toledo realizó una serie de grabados que sirvieron para recaudar fondos para la reconstrucción de Juchitán, restaurando quizá la distancia que había puesto con su elegido pueblo natal desde la década de 1980.
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Material complementario
Créditos y agradecimientos
Cada quien con su Toledo. Obra gráfica, 1960-2018
Curadora: Ana Carolina Abad
Texto invitado: Fernando Gálvez
Coordinación general: Emilio Payán | Administración: Dora Carvajal | Diseño y coordinación de producción y montaje: María Eugenia Murrieta | Coordinación de proyecto y documentación: Ana Carolina Abad, Liliana Nava y Alejandra Solís | Diseño y fotografía: Gabriela Chávez y Jennifer Meritxel Alvarado | Acervo, registro y control de obra: Gabriela Gutiérrez, María de los Ángeles Castillo y Elizabeth Aguilar | Comunicación y relaciones públicas: Estela Cano, Rocío Montoya y Alexia Thamara Estrada | Servicios educativos: Alma Laura Amaya y Sara Buitrón | Montaje: Natanael Cardoso, Celedonio Damián, Fernando Franco, Gerardo Hernández, Alejandro López, Rafael Martínez, Alfonso Morales, y José Manuel Sánchez | Asistentes administrativos: Fernanda Camacho, Jorge Guerrero, Marcela Martínez, María Ortiz | Seguridad: Luis Amezcua y Uriel Cervantes | Coordinación de itinerancia: Lilia Prado
El Museo Nacional de la Estampa y la curadora agradecen a las instituciones y personas que brindaron su apoyo para la realización de esta exposición:
Colecciones: Amigos del IAGO y del CFMAB A.C. | Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca | Jan Hintze | Museo de Arte Moderno | Beatriz Sánchez Monsiváis | Taller Sangfer
Del INBAL: Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble | Coordinación Nacional de Artes Visuales | Departamento de seguros de la Dirección de Recursos Materiales | Dirección de Asuntos Jurídicos | Subdirección de Difusión por Medios Electrónicos de la Dirección de Difusión y Relaciones Públicas | Subdirección General de Patrimonio Artístico Inmueble | Subdirección de Promoción
Otras instituciones: H. Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez | Argos Media Group | Coordinación Nacional de Desarrollo Cultural Infantil, Secretaría de Cultura | Jardín Botánico del Instituto de Biología, UNAM
Sara López Ellitsgaard, Trine Ellitsgaard y Joushimart Morales | Hazam Jara y Ariel García | Dolores Cobielles | Evelio Álvarez | Fernando Sandoval y Mariana Pérez | Francisco Martínez Neri y Leticia Valle | Epigmenio Ibarra | Judith Franco, Aurora Toxqui, Víctor Cerón, David Ruiz, Patricia Martínez, Ricardo Martínez y Cristina García | Patricia Álvarez, Deborah Caplow, Juan Coronel Rivera, Sol Cristians, Gabriel Cruz Zamudio, Demián Flores, Roberto Pliego, Santiago Robles y Magdalena Zavala