A principios del siglo XX, el uso del zeppelín o dirigible se había difundido no sólo en Europa sino también en América. La noticia de la primera aeronave que podía hacer viajes largos—y también las noticias sobre sus accidentes— no tardaron en llegar a la Ciudad de México. Así, en 1909, Antonio Vanegas Arroyo seleccionó, para el número 10 de El Cancionero Popular, dos composiciones que hacen referencia al dirigible, la primera muy poética y romántica, y la segunda más bien cómica.
La referencia al dirigible es aún más vaga porque no aparece en la ilustración realizada por José Guadalupe Posada. En ésta puede verse una pareja sentada frente a frente. El caballero, vestido de traje, se inclina hacia la mujer mientras sostiene su mano; con este gesto parece querer pedirle algo, mientras ella parece más preocupada en mantener la distancia apropiada entre ella y el hombre.
Para el reverso de esta hoja se seleccionaron cuatro canciones en las que un pretendiente se dirige a su amada para pedirle que le corresponda. Todas estas composiciones —al igual que las colecciones de cartas amorosas— reflejan la idea de Vanegas Arroyo y sus colaboradores de cómo debía ser el cortejo. En primer lugar, el enamorado debía ser aceptado por su elegida, para lo cual debía despertar su pasión, pero también convencerla de su sinceridad y buenos hábitos; la canción es simplemente un formato alternativo de la carta amorosa. Si la señorita aceptaba a su pretendiente, se esperaba que lo hiciera con recato; debía de ocultar sus emociones o sentimientos, mientras conseguía el permiso de sus padres. Esta actitud es perfectamente capturada por Posada en la ilustración del anverso: a pesar de la insistencia del caballero, la señorita mantiene su distancia.
