Pablo O’Higgins.
Estampas de vida y lucha

Exposiciones pasadas | Del 9 de julio al 16 de octubre de 2022

Pablo O’Higgins (Salt Lake City, Utah, EUA, 1904-Ciudad de México, 1983) fue un muralista connotado y fresquista por excelencia, pintor con dominio de varias técnicas, grabador, ilustrador y maestro. Incursionó en otros ámbitos como las campañas de alfabetización y las misiones culturales, que, además de la enseñanza de dibujo y pintura, tuvo como objetivo crear una conciencia histórica, social y política. Además, participó en la fundación de importantes agrupaciones de proyección internacional, como la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), que agrupó a escritores, músicos, fotógrafos e intelectuales en general, y el Taller de Gráfica Popular (TGP), el colectivo de artistas gráficos más importante del siglo XX. Se trata, en suma, de un artista de gran relevancia que lo hace ser un referente en la cultura mexicana. Eso explica que cuando se le concedió la nacionalidad mexicana, en 1961, se le haya otorgado con el carácter de privilegiada, por los servicios prestados a la nación.

Esta exposición tiene como propósito fundamental mostrar la obra gráfica de Pablo O’Higgins. Está integrada por una selección del acervo del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), resguardada en el Museo Nacional de la Estampa (Munae) y conformada por donaciones y adquisiciones de los años cincuenta, de años posteriores y de la más reciente, concretada en 2021, gracias al interés y generosidad de María O’Higgins. Así, el INBAL es la institución que conserva el mayor número de grabados de Pablo O’Higgins.

En la vasta producción artística de O’Higgins, su obra gráfica tiene tanta importancia como su obra de caballete y mural. Así lo confirma su amplio periodo de producción que abarca de 1924 a 1980, con más de 200 grabados, hasta ahora registrados e identificados, en variadas técnicas y medios: ilustraciones, carteles, carpetas colectivas y obras independientes. De este corpus, la mayoría son litografías, aunque también hay grabados en aguafuerte, xilografía, grabado en linóleo y scratch. Vale la pena mencionar que algunas litografías no tienen como matriz la piedra litográfica, sino láminas de aluminio y vidrio. Si bien, anteriormente se han presentado otras exposiciones de la obra gráfica de O’Higgins, esta muestra es la que reúne el mayor número de grabados.

El título de la exposición sintetiza la visión y postura artística e ideológica de O’Higgins frente a la historia de México, así como su compromiso con los pueblos y países del mundo. “Vida” alude a las acciones del ser humano en el campo y en la ciudad y “Lucha”, al esfuerzo de hombres y mujeres por vivir, por sobrevivir; pero también da cuenta de su relación con las organizaciones obreras, campesinas y magisteriales que han luchado a lo largo de la historia por la defensa de sus derechos laborales, así como por la defensa de la soberanía de los países, vulnerada por las intervenciones extranjeras.

Pablo O’Higgins, como otros artistas de su generación identificados con el movimiento nacionalista, se convirtió en portavoz de las denuncias, reclamos y defensas del ser humano. De tal modo que vio el arte no sólo por lo que implica en cuanto manifestación creadora, sino como un arte puesto al servicio del pueblo; es decir, el arte con una función social y política.

Eduardo Espinosa Campos
Curador
Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap, INBAL)


“Todos los personajes que pinta Diego [Rivera] y después Pablo, generalmente son gente que trabajó, hizo algo por el país, sean campesinos, obreros o intelectuales. Pablo decía que cuando iban a Chapingo en tren [1924-1928], iba también Silva Herzog, Marte R. Gómez o algún otro maestro. Diego se pasaba todo el camino platicando con ellos y les preguntaba cosas sobre la tierra, la semilla, los cultivos, la política de México en relación con el agrarismo, etc. Pablo oía siempre, ponía mucha atención. La misma que ponía para gente tan importante como el presidente, la ponía para escuchar a un peón, a un albañil o a un historiador. Era muy humilde, con esa humildad que da la solidaridad humana”.


“En 1945, [Pablo] todavía no se hacía ciudadano mexicano […] En la época de la Segunda Guerra Mundial, siente el deber cívico de colaborar con su país en la lucha contra Hitler, contra el fascismo, por ello decide ir a los Estados Unidos. Va sintiéndose mexicano, dejando en México sus afectos, sus amigos, su trabajo, pues era maestro en La Esmeralda. Dejó todo lo que lo ligaba al lugar donde se vive, va a San Francisco, consigue trabajo como soldador en un barco. ¡Como soldador! Con lo importante que eran sus ojos; pero eso era lo que podía hacer pues manejaba la encáustica… y el soplete, necesarios para esta técnica de pintura. Fue a trabajar como un ciudadano más, a cumplir con el deber de colaborar con su país en la época en que hombres y mujeres están en guerra. Pero alguien, al irle a pagar o algo así, lo reconoció y le preguntó si era O’Higgins, el pintor, y le dijo, con asombro, que qué estaba haciendo ahí. Después del incidente, le pidieron que pintara un mural para el Sindicato de Limpiadores de Quillas de Barcos, en Seattle, Washington”.

María O’Higgins

Durante su trayectoria artística, Pablo O’Higgins se ocupó de representar diferentes oficios, como el de los electricistas, la siderurgia, la minería, el trabajo en el mar; pero destaca de manera especial el de los trabajadores de la construcción.

Para esta exposición, tiene especial relevancia la obra El desayuno (1948) pues, además de la versión litográfica, también se exhibe la versión al óleo, gracias a la generosidad de la directora del Museo Nacional de Arte, INBAL. De esta manera, se puede tener un referente directo de la manera de trabajar y resolver un mismo tema en dos técnicas diferentes. Ambas obras muestran el momento en que un grupo de albañiles, en un descanso de su faena, consumen sus alimentos en el entorno de una construcción en proceso, entre trozos de madera, columnas, trabe y una escalera.

lo largo de su vida, Pablo O’Higgins perteneció a diferentes organizaciones políticas y artísticas que marcaron su producción gráfica. Entre ellas destacan el Partido Comunista Mexicano (PCM) —desde mediados de los años veinte hasta mediados de los cuarenta—, así como la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) y el Taller de Gráfica Popular (TGP), de los que fue cofundador en 1934 y 1937, respectivamente.

Su filiación a estas organizaciones da cuenta de una actividad combativa, desde la imagen gráfica, en la lucha nacional del movimiento obrero y campesino, en contra del nazismo, el fascismo, el franquismo y el imperialismo. Esta última lucha enarbolaba, sin duda, la defensa de la soberanía económica, social y política de México, en particular, y Latinoamérica, en general.

El TGP definió su postura en beneficio de “los intereses progresistas y democráticos del pueblo mexicano, principalmente en su lucha contra la reacción fascista”. Es decir, hicieron de la imagen un medio efectivo de comunicación y le otorgaron una función social, ideológica y política. Así, en sus primeros años, los miembros del Taller realizaron —colectivamente, con frecuencia al alimón y firmando con las siglas TGP— carteles y litografías antifascistas que circularon por todo México. Esos carteles —que hoy son objeto de estudio y están resguardados en acervos privados e institucionales por su valor histórico y artístico— eran pegados en los interiores de edificios y en los muros de las calles. Un ejemplo es el cartel El frente soviético es nuestra primera línea de defensa ¡Sostengámosla!, que hacía referencia al inicio de la ofensiva soviética contra el fascismo, en la batalla de Stalingrado en 1942.

Para Pablo O’Higgins y el Taller de Gráfica Popular (TGP), dos figuras políticas fueron fundamentales, tanto ideológica como artísticamente: Lázaro Cárdenas y Vicente Lombardo Toledano.

Los miembros del TGP se sintieron identificados con Lázaro Cárdenas por ser un aliado y defensor de la clase obrera; además de que sus acciones significaron el aniquilamiento del control de Plutarco Elías Calles, a quien ellos veían como una presencia de corte fascista. La expropiación del petróleo fue una de las acciones que más festejaron los artistas del TGP en varios grabados. O’Higgins realizó el grabado Cárdenas informa al pueblo (1939), donde incluye el perfil del presidente al momento de dar a conocer el decreto a la nación.

Así mismo, ejecutó un mural en la escuela Estado de Michoacán en la Ciudad de México, en el que se exalta el acto de expulsión de las compañías extranjeras y el control de la industria petrolera por parte de México, que se sintetiza en el izamiento de la bandera nacional por un trabajador. Este mismo tema lo retomó, más tarde, para ilustrar el cartel del 1er Congreso de Trabajadores Petroleros Latinoamericanos y realizar, en equipo con Francisco Mora, el telón de fondo para ese congreso, ambos en 1948.

Vicente Lombardo Toledano fue un personaje fundamental en la integración del movimiento sindical mexicano y latinoamericano. En 1936, fue el primer secretario de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), fundada por Cárdenas, y presidente de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), de 1938 a 1963. Los miembros del TGP manifestaron un abierto respaldo a Lombardo Toledano y divulgaron los congresos y movilizaciones de obreros y petroleros a través de carteles.

En 1948, artistas del TGP realizaron un portafolio de 10 grabados en homenaje al III Congreso de la CTAL, celebrado en la Ciudad de México. Fue entonces cuando los delegados de dicha confederación —Faustino Calcines (dirigente sindical), Lázaro Peña (fundador de la Central Obrera de Cuba) y A. Bennett— hicieron una visita a las instalaciones del Taller. Este mismo año, miembros del TGP manifestaron su apoyo a la fundación del Partido Popular (PP), encabezado por Lombardo Toledano, y su posterior candidatura a la presidencia de la República, en 1952. Es de destacar la realización del telón colectivo que sirvió de fondo a la creación del PP, en la que se incluyeron rostros de personajes históricos relacionados con la lucha de la independencia y la soberanía nacional: Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos, Benito Juárez y Francisco I. Madero. O’Higgins realizó el retrato de Juárez.

Pablo O’Higgins dejó el testimonio del contexto en que realizó la litografía El hombre del siglo XX (1939):
“Estábamos revisando la situación del muralismo y su aspecto político, porque creíamos que había reducido su combatividad por la falta de muros. Yo quería ver la posición asumida por Diego Rivera en los murales que realizaba en el Palacio Nacional. Un día fui a verlo y deduje que, en comparación con su obra de Chapingo, la del Palacio estaba en decadencia; no encontraba la frescura de sus murales anteriores. Abandoné el Palacio preocupado por saber dónde se encontraba el muralismo. Al salir me topé con un hombre que estaba parado frente al Palacio Nacional con la preocupación de aquél que no tiene a dónde ir. Era un cargador. Lo dibujé y fui al TGP, donde lo trasladé a la piedra. Yo no le puse el título de El hombre del siglo XX, sino el de Un hombre”.


José Sánchez, impresor del TGP, dijo sobre ese momento:
“Pablo traía su impresión fresquecita, porque tomó la piedra [litográfica] y luego se puso a dibujar. Nunca hizo una litografía en una sesión sino en dos o tres, pero esta la hizo en una… Sólo a la de El hombre del siglo XX no le hizo nada”.


O’Higgins realizó después una versión en pintura de esta obra, a la que Diego Rivera se refirió en el texto de presentación de su exposición en el Salón de la Plástica Mexicana, en julio de 1956:
“Por limpio de corazón, este bienaventurado ha podido ver al hombre. Por eso su cuadro Un hombre del siglo XX —el pelado solitario sobre un fondo vacío— ha sido la expresión luminatoria de la pintura mexicana de caballete emergente de la mural…”

Uno de los propósitos de la presente exposición es mostrar parte del proceso de creación del artista Pablo O’Higgins. Es decir, cómo es que una idea lleva a otra para mostrar una situación o una problemática específica. Es el caso de la imagen de la mujer acompañada de su hijo, que vemos en diferentes grabados.

En la obra Imagen de Atlixcovemos la esquina de una calle en el centro histórico de la ciudad de Atlixco, en el estado de Puebla. Lo primero que llama nuestra atención es un conjunto de edificios, que parecen sobrepuestos y rematan, en la parte de arriba, con una construcción religiosa —identificada por su campanario: el Templo de San Francisco— y como fondo la cima del imponente volcán Popocatépetl. En la parte inferior, un grupo de transeúntes, dos mujeres y un hombre de sombrero, caminan por el lado derecho, mientras que, en primer plano, una mujer lleva de la mano a su pequeño hijo y parecen estar a la espera de cruzar la calle.

Es precisamente esta imagen la que fue retomada por el artista para su obra Ciudad ajena, pero con un significado distinto. Aquí, la mujer, proveniente de algún poblado o ranchería, llega con su hijo a una ciudad, que identificamos por las siluetas de varios edificios y una torre, que puede ser la chimenea de alguna fábrica. En esta obra, el artista abordó el tema de la migración de habitantes del campo a la ciudad, en la búsqueda de trabajo y mejores condiciones de vida. La imagen se acentúa por el hecho de ser una mujer —y no un hombre— quien llega sola con su hijo; además de mostrar la situación de miseria y abandono en que viven. Ambos llevan los pies descalzos y su vestimenta es humilde.

La mayoría de los grabados de Pablo O’Higgins tienen antecedentes en apuntes, con los cuales llenaba sus libretas de mano, que casi siempre llevaba consigo para tomar notas y recoger imágenes de la vida de hombres y mujeres. Otros, en cambio, tienen como referentes acuarelas, óleos, encáusticas o su obra mural. En pocos casos, primero realizó el grabado y después hizo una versión pictórica, como El hombre del siglo XX y Defensa de Veracruz.

De ocho de los trece murales que realizó en México y fuera del país, O’Higgins retomó algunos detalles e hizo versiones en grabado para otorgarles independencia. En ocasiones recreó escenas literales; en otras, hizo variaciones de algunos temas. Al extraerlos enfatizó —en los títulos que les asignó— ciertos temas que le interesaban.

Para entender de dónde provienen esos grabados, se han incluido algunas impresiones fotográficas de los segmentos murales que le sirvieron de referente. Así, se develan las soluciones compositivas y espaciales que el artista afrontó en su obra mural. Tal es el caso del mural al fresco Solidaridad sindical o La solidaridad entre los miembros de la ILWU, pintado sobre un muro curvo y en el ascenso de una escalera que abarca cuatro niveles, por solicitud de la Unión Internacional de Estibadores de Honolulu, Hawái, en 1952.

Pablo O’Higgins fue un artista incansable. Recorrió la Ciudad de México, sus alrededores, así como varios estados del país para recoger directamente testimonios de la vida campesina e indígena en las poblaciones más apartadas.

Para él, “cada pintura es un mensaje. Cualquier detalle por simple que parezca tiene trascendencia social. Son trascendentes el campesino descansando en cuclillas […], los hombres y las mujeres en las cosechas”. De este modo, dibujó pies sin huaraches o calzado; hombres y mujeres que, agotados por el cansancio de sus labores, duermen sobre la tierra del campo que cultivan; el campesino que, por carecer de recursos necesarios, debe elaborar su propio arado o construir su propio hogar con los mínimos elementos que la naturaleza le ofrece. Por ello, difícilmente encontraremos representado el paisaje en sí mismo; en su obra, siempre está la presencia o la huella del ser humano.

A O’Higgins le importó recuperar de la gente sus actos, sus hábitos, sus trabajos, sus fiestas, sus danzas, su modo de vida, su esfuerzo por vivir, su lucha de todos los días, pasando por todos los ámbitos de trabajo, y logró capturar también imágenes que muestran su nacimiento e incluso su muerte.

De su contacto personal con las personas se conservan retratos que expresan fielmente la dignidad y los sentimientos de sus modelos, a quienes, además, rescató del anonimato al registrar sus nombres: don Nieves, Marcelino, don Lupito, señora Tenorio…

El artista exaltó el trabajo campesino, pero, al mismo tiempo, buscó mostrar la realidad de abandono del campo. Sus dibujos, grabados y pinturas son, en este sentido, un recordatorio constante de esta otra realidad de México.

“Trabaja sin cansarse jamás, a pleno sol, en medio del frío, el polvo de los caminos curtiéndole la cara. En Perote capta a la joven campesina, en Cuetzalán a la abuela y a la nieta, sus cabellos trenzados en lanas negras en lo alto de la cabeza; la madre campesina camino al lavadero, las sábanas volando en el aire, mucho antes de que García Márquez pusiera a volar a Remedios la bella; la carreta que lleva la cosecha, el campesino que compone el arado, el que carga las pencas de maguey, la madre ciega que guía a sus hermosos hijos, el que cruza el río cargando su guitarrón de Santa Ana Chiautempan; don Lupito, el pepenador que luchó en la Revolución y perdió en ella una pierna y su caballo y ahora sobrevive entre la basura, un pescador en el Caribe sentado en su barca a la mitad del mar, otro bajando la vela”.

Elena Poniatowska

Galería de imágenes

Actividades paralelas virtuales

Material complementario

Créditos y agradecimientos

Pablo O’Higgins. Estampas de vida y lucha
Curador: Eduardo Espinosa

Coordinación general: Emilio Payán | Administración: Dora Carvajal | Diseño y coordinación de producción y montaje: María Eugenia Murrieta | Coordinación de proyectos y documentación: Ana Carolina Abad y Liliana Nava | Diseño y fotografía: Gabriela Chávez | Acervo, registro y control de obra: Gabriela Gutiérrez, María de los Ángeles Castillo y Elizabeth Aguilar | Comunicación y relaciones públicas: Estela Cano y Rocío Montoya | Servicios educativos: Alma Laura Amaya | Montaje: Juan Pablo Bocanegra, Natanael Cardoso, Uriel Cervantes, William Conkling, Celedonio Damián, Fernando Franco, Gerardo Hernández, Rafael Martínez, Alfonso Morales, Alejandro Olalde y José Manuel Sánchez

El Museo Nacional de la Estampa y el curador agradecen a las instituciones y personas que brindaron su apoyo para la realización de esta exposición:

Del INBAL: Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble | Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas | Coordinación Nacional de Artes Visuales | Departamento de seguros de la Dirección de Recursos Materiales | Dirección de Asuntos Jurídicos | Museo Nacional de Arte | Museo Mural Diego Rivera | Departamento de Radio y TV y Subdirección de Difusión por Medios Electrónicos de la Dirección de Difusión y Relaciones Públicas | Subdirección General de Patrimonio Artístico Inmueble | Subdirección de Promoción

Carlos Guevara Meza, Marie Christine Camus Joly, Alfredo Gurza González, Patricia Brambila Gómez, Virginia G. García Pérez, Verónica Arenas, Maricela Pérez García, Rodrigo Bazaldúa Calvo, Jacqueline Romero | Mariana Munguía | Ernesto Martínez | Carmen Gaitán Rojo, Ana Leticia Carpizo, Héctor Palhares | Fundación Carmen Toscano, I.A.P.: Rogelio Martínez Aguilar y Raymundo Castellanos